Una noche gélida y de Luna llena,
una noche de escarcha, viento y con esa Luna tan hipnótica que iluminaba todo, entonces el hombre
perro aúllo, aúllo de frío o de hambre, desde sus entrañas con todo el dolor de
su alma de hombre perro aullaba las tragedias de esa noche, recorría las calles del centro de Santiago en
busca de su víctima, sus ojos desorbitados la lengua colgando, un rostro
indefinible de hombre perro, corría por las calles incansable buscando a su
víctima, pero la ciudad estaba vacía y el hombre perro ya cansado encontró un refugio momentáneo en la ventilación
del metro, el aire tibio calentó su cuerpo, siempre vigilante, el viento cambio de sentido y su olfato lo
invito a seguir un rastro, las energías regresaron a su cuerpo, y se largo a la
caza finalmente llegó a un callejón sus ojos atentos, sus músculos tensos, su
víctima estaba a pocos metros, un bulto en la oscuridad, de un salto ataco su
presa aterrizando directamente en un montón de bolsas de basura. El hambre lo
supero, el hombre perro esa noche comió sobras de hamburguesa y esqueletos de
pollo. Aún con su orgullo de cazador herido pero con la panza llena el Hombre Perro
decidió volver a su cubil. Caminando por las calle vacías de la ciudad, vio
pasar un par de camiones, pero ya no tenía ganas de morder neumáticos solo quería
llegar rápido y dormir. Al llegar a su cubil notó un hedor extraño, varias veces
había notado ese hedor en los callejones, bajo los puentes y en las cloacas, lo sabía era pasta base, avanzó
hasta una fogata aún con brazas y a su
alrededor botellas de pisco barato. El Hombre Perro engrifó su lomo, mostró los
dientes y lanzó un feroz gruñido, del fondo del cubil se sintió un movimiento,
varios ojos ensangrentados se distinguían entre la oscuridad, una voz lanzó una
sentencia – ¡Culiao llegó la comida! – Se escuchó que quebraba un vidrio, y ahí
estaba el Hombre Perro paralizado con miedo y furia, listo para atacar, la
panza aún le pesaba. Todo pasó muy rápido uno de los hombres lanzó un estoque con una botella quebrada el contraataco
con un feroz mordisco en el muslo, sintió un golpe duro en su lomo y vio otro
palo hacia su hocico mientras sostenía el muslo, le llegó de pleno y la sangre
brotó, era su sangre y la del pastabasero que gritaba al ver sus carnes
desgarradas, sangrando aún el hombre perro saltó hacia otro de los hombre, su
panza le pesaba su hocico sangraba sus movimientos eran más lentos de lo normal
y recibió una lluvia de golpes al estar sobre la cara de otro pastabasero, los
hombres gritaban la droga los tenía totalmente descontrolados, el perro hombre sintió
que algo que le punzaban con una botella en su lomo, solo el grueso pelaje y
piel evitó que la botella fuera mas allá en sus carnes, aun así la sangre broto
y el hombre perro entendió que tenía que huir que esa pelea estaba perdida,
soltó la cara que tenía en sus fauces y huyó. Ya faltaba menos de una hora para
que amaneciera y el hombre perro tenía que encontrar un refugio, al ver el
lucero corrió por las calles buscando un refugio, la ciudad ya cobraba
vida finalmente se escabulló por un
pasaje y tras saltar una pandereta y avanzar por un pasillo muy estrecho logró
ingresar a un subterráneo por una
ventana que estaba a la altura del suelo.
Se dejó caer ya sin fuerzas, la transformación comenzó
a los pocos minutos, primero comenzó a pelechar hasta quedar solo la piel, las garras se
desprendieron dejando en su lugar delgadas uñas de igual forma los filosos colmillos
cayeron para dejar paso a dientes, una masa de colágeno, pelo iba quedando atrás mientras la figura de un hombre se incorporaba en su lugar, aún tullido y con frío el Hombre Perro subió
por las escaleras con dificultad, caminó por el pasillo hasta un al baño donde se metió a la ducha.
Era su casa, su nombre era Juan del Bosque, era funcionario
público y ya faltaba poco para tener que salir a su trabajo de lunes a viernes.
continuara...